9 Kislev 578

¿Qué simboliza la escalera de Jacob?

La belleza que encuentro en nuestra comunidad, Kehilat She’ar Yashuv y que nuestro rabino siempre nos llamó la atención es que no somos un grupo religioso que censura ideas externas y que, aunque tenemos unidad, no estamos atrapados en la uniformidad en cómo vemos la Torá. Esta semana, el Sr. Alvarado encontró un artículo sobre Vayetze en un sitio web de Argentina llamado https://www.tora.org.ar/vaietze-3/ que lo conmovió. Hay partes que me resultaron difíciles de traducir correctamente al inglés, y no estoy seguro de haber hecho justicia. Sin embargo, el Sr. Alvarado me ha asegurado que, durante nuestra discusión grupal después de nuestro servicio, él está preparado para responder cualquier pregunta que podamos tener para aclarar su mensaje. Estamos muy agradecidos de tener un cuerpo de maestros que pueden presentar cómo vivir la Torá en tal variedad de formas.

Comienza su mensaje con los primeros versículos de Génesis 28: 10 – 11. “Salió Iaacóv de Beer Sheva y fue hacia Jarana. Se encontró en el lugar y pernoctó allí, pues el sol se había puesto. Tomó de las piedras del lugar y las dispuso detrás de su cabeza y se acostó en el lugar aquel. Y soñó que había una escalera apoyada sobre la tierra y su extremo alcanzaba los cielos y los enviados de Elohím ascendían y descendían por ella».

Existen muchas interpretaciones para este porción de la Torá. Una de ellas es que el lugar en el que Jacob se detuvo a descansar se cree que coincide con el monte Moriá, donde se construyó el Templo de Jerusalén. Así pues, la Escalera simbolizaría el “puente” entre el Cielo y la Tierra, establecido a través del pacto entre Dios y el pueblo judío, y fortificado por las oraciones y sacrificios realizados en el Templo. Además, la escalera representaría a la Torá, como un nuevo vínculo entre cielo y tierra. El término hebreo para “escalera”, sulam – סלם – y el de la montaña en que se dictó la Torá (el Monte Sinaí) – סיני – tiene la misma gematría (valor numérico de las letras que las componen).

Iaakov estaba escapando de su pasado, de sus mentiras, de sus engaños, de ser la persona que no se agradada a sí mismo. Allí sueña, allí se encuentra con que las cosas pueden ser de otra manera. Encuentra a Dios en su vida, se da cuenta que el lugar en el que nos encontramos es la casa de Dios, es “Hamakom”, el lugar para que busquemos su presencia. Una escalera que une el cielo con la tierra, lo espiritual con lo terrenal, que enseña que lo físico no es la única realidad y que, solo al sumarle la dimensión espiritual, uno logra conectarse con la realidad más puro de uno mismo. Ángeles que representan la Tefilá, esa misma búsqueda de espiritualidad en nuestras vidas, para llenarlas, para completarlas, para hacerlas más significativas.

La geografía de la Torá es también espiritual. Los movimientos de las personalidades de la Torá indican los movimientos de la Neshamá (alma) en su proceso de crear armonía con el Creador. La tierra de Israel implica el espacio material, emocional, mental y espiritual donde la Neshamá dispone de todo el potencial para concretizar su objetivo. Los movimientos de los patriarcas representan a los desafíos que debe enfrentar la Neshamá en su itinerario espiritual.

Y en medio, la piedra; la piedra representa las dificultades de la vida, nuestra terquedad, nuestro orgullo que no nos permite abrirnos a lo Divino.  Pensamos que, si no es físico y no lo vemos, no existe que da vergüenza pensar o demostrar que somos sensibles o no creemos que podamos conectar con nuestra espiritualidad, ¡que es una piedra innecesaria! Todo lo contrario, qué necesario es saber que estas piedras sí existen.

Las piedras señalan lo pasivo, el reino mineral que no posee movimiento propio y que por lo tanto depende de una voluntad exterior para moverse. Por otro lado, la cabeza humana indica el mayor potencial de la Creación. Iaacóv sabe que él sale de la tierra de Canaán con un objetivo: revelar la sabiduría que armonice a toda la realidad, tanto a los individuos pasivos que dependen de la voluntad de otros para tomar decisiones como a las mentes más brillantes ¿Cómo armonizar una Creación que abarca individuos con características tan diferentes? Iaacóv comprendió que la diferencia intelectual y/o de forma es sólo un aspecto exterior. La verdadera esencia del alma es el deseo por alcanzar la armonía infinita, ante lo cual cada ser humano conforma un aspecto único, sagrado y por lo tanto imprescindible para completar el gran rompecabezas universal.

“…y he aquí una escalera con sus pies fijos en la tierra, y su cabeza llega al cielo; y he aquí que ángeles de D-s suben y bajan por ella” (28:12) El hombre es como una escalera. Necesariamente, los pies del hombre están “fijos en la tierra”, en el mundo físico. El tiene la obligación de ocuparse de la existencia material. No obstante, si aquello que hace es por amor al Cielo, entonces “su cabeza llega al cielo”. Nuestros actos en este mundo influyen en forma directa en el modo en que el reino espiritual interactúa con la Creación. Nosotros podemos inclinar la balanza hacia lo positivo o hacia lo negativo: “ángeles de D-s suben y bajan por ella” Hasta los ángeles dependen de la escalera que crea el hombre por medio de sus acciones en este mundo. El Hombre es la fuerza dominante y el foco de toda la creación. Hasta tiene el poder de hacer bajar a los ángeles, o elevarlos.

Que el Creador nos de sabiduría y ganas de conectar la Tierra y el Cielo con nuestras plegarias y nuestras acciones para así cumplir el propósito por el cual nuestras almas transitan por el mundo y la vida.

Shabat Shalom

Alejandro Alvarado