¿Vivimos una vida belanceada?

Esta porción Vayehí, “y vivió” alude a una parte importante de la esencia de ser humano en este plano físico: LA VIDA.  La vida es un ciclo, y dice un refrán en castellano: “No hay mal que dure 100 años” y hace alusión que las experiencias de vida no son eternas, sino que son pasajeras, y cuando tenemos un rol y un propósito en nuestra existencia, comprendemos que estas experiencias son un medio para lograr alcanzar un nivel superior. 

Rab Shaul en su carta a la Kehilá de Corinto escribe “Por tanto no desfallecemos, antes bien, aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo, nuestro hombre interior se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Esto hace alusión a que nuestro cuerpo sirve a un propósito, sirve para elevar a nuestra alma. Lamentablemente la visión distorsionada de la cultura occidental ha desfragmentado el diseño original de Dios, de tal manera que las personas se alejan de la Torá o se alejan de sus sentidos físicos del cuerpo, debido a que piensan que existe una dicotomía entre cuerpo y alma, dejando que el asocio o la integración que Hashem diseñó en la creación del hombre, en donde se creó un “alma viviente manifestada en un cuerpo físico”, se pierda con falsas interpretaciones. 

Estas interpretaciones vienen en forma de etiquetar que todos los placeres físicos van en contra de la Torá lo cual se conoce como ascetismo, por ejemplo, limitarse a elevar su alma sin disfrutar la creación (incluyendo el cuerpo) puede producir raíces de amargura, decepción, culpa y sobre todo, maldad, porque dice Bereshit: “Y vio Dios que era bueno, y en gran manera…” Es decir, Hashem se gozó en su creación, algo que debemos emular nosotros igualmente. 

Otra etiqueta es lo contrario, en donde se interpreta que acercarse a la Divinidad y a su instructivo de vida, la Torá, es sinónimo de privación, por lo que se opta por comportarse como el avestruz, que vive engañado de sí mismo pensando que al meter su cabeza (ilusión mental diría) en un agujero oscuro provocará que mágicamente que los peligros, temores, o cosas que no desea vivir o enfrentar desaparezcan de su realidad engañándose a sí mismo. Dice el salmista en Tehilim 139:7-12: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Sheol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Si tomare las alas del alba, Y habitare en el extremo del mar, Aun allí me guiará tu mano, Y me asirá tu diestra. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; Aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, Y la noche resplandece como el día; Lo mismo te son las tinieblas que la luz.”

¿Pero realmente cuál es el camino? La unidad, la unidad entre alma y cuerpo, la unidad de nuestro ser con el Creador. Vemos en este parashá que Yaakov vive una vida, me pregunto a mi mismo: ¿vivo, o duermo? Cuando menciona “Y Yaakov vivió” la Torá afirma algo: “Yaakov vivió, no murió”. ¿qué significa esto? Indica que Yaakov sigue vivo en medio de nosotros hoy en día, es decir, trascendió a la muerte de su cuerpo, o que su alma se elevó y este destello queda vivo en medio de nosotros hoy en día. 

Me impactó mucho el verso 47:28 “Y Jacob vivió en la tierra de Egipto diecisiete años, y fueron los días de Jacob, los años de su vida, ciento cuarenta y siete años.”. Yaakov logró su trascendencia en el lugar más idólatra, bajo espiritualmente y lejos de Eretz Israel, porque dice “Vayejí Yaakov b’eretz Mitzrayim” En tierra de un lugar angosto, estrecho. Esta semana vi una caricatura con mis hijos sobre el metro en Tokio, y al buscar cómo es en la vida real, entrar a un vagón del metro de Tokio en hora de alto flujo de personas, es similar a entrar a un “Mitzrayim”, es ingresar a un lugar estrecho, agobiante y asfixiante, y me puse a pensar, esto es similar a lograr la trascendencia en ese tren mientras me aplastan.

La Torá dice que Yaakov vivió 17 años, y también vivió 17 años con Yosef, es decir, 34 años con vida buena. 17 en Gematria es equivalente a la palabra Tov טוב; y a su vez es interesante que la palabra número 17 en la Torá es אֱלֹהִים Elohim, es decir, que ¡Nuestro Elohim es nuestro Tov! Dijo David en Tehilim 16:2 “Oh alma mía, dijiste a el Eterno: Tú eres mi Soberano; no hay para mí bien fuera de ti.” Y los años de su vida fueron 147años, es decir, 1+4+7= 12, sus doce hijos. 

A su vez, este “bien” a Yaakov le produjo un GOZO inmenso, no importando que el lugar físico (Egipto) y las condiciones socioeconómicas eran las mejores porque bajó en medio de una hambruna y llego a una sociedad que como pueblo se habían vendido a su rey. De esto aprendemos que las experiencias, las condiciones, o los factores externos no deben de ser un determinante condicional para tener GOZO o alegría. De hecho, vemos más adelante que la Presencia Divina se manifestó en Yaakov y pudo visualizar el fin de los tiempos (capitulo 49) y alcanzar un nivel de nevuáh (profecía) cuando declaró a sus hijos sus bendiciones. Yaakov también en medio de factores externos, estaba sufriendo enfermedades (48:1), no veía bien (48:10), tenía limitaciones físicas a nivel de implicar un esfuerzo sentarse (48:2) y de alguna manera también sufrió algo que las personas de edad muchas veces sufren, la corrección de sus hijos molestos por una aparente torpeza (48:17-18). Sin embargo, esto no impidió que contra cualquier pronóstico tuviese GOZO en una aparente situación contraria a lo que debería provocar este fruto espiritual. 

Yaakov pudo experimentar el desgaste del cuerpo, pero su ser interno se renovó, se percató que existe algo más allá de la existencia del corto plazo (en perspectiva 120 años comparado con la eternidad es corto plazo), que existe algo más allá de esta realidad que vivimos día a día, y esto nos impacta tanto al punto de que buscamos dejar un legado a los que vienen detrás nuestro. 

Cuando se logra esta elevación, nos permite bendecir adecuadamente, conforme al rol de las personas en este mundo. Las bendiciones proferidas a sus hijos si bien es cierto son particulares, pero también son comunitarias, es decir, la bendición de Yosef no sólo fue para él, sino para todo Israel. Y esta elevación de Yaakov permitió la integración, la integración de su vida y su alma entre Israel y Yaakov; la integración de sus 12 hijos en Egipto al reconciliarse; A las 12 tribus integrarse para convertirse en la nación de Israel; y la integración de la familia, al presentarse por primera vez en la Torá que la fraternidad no se rompe más en Efraím y Menashé porque no se registran problemas entre hermanos como leímos desde Caín y Abel. 

Hoy en día, ¿vivimos para integrarnos o para desfragmentarnos? ¿le estamos dando sentido, elevación e integración a nuestro cuerpo y alma? ¿estamos impactando y dejando legado para trascender a este mundo físico? ¿estamos viviendo con Gozo, gozando el bien de nuestro Creador para nosotros? Que este Shabbat sea un integrador para nuestros hogares, para nuestros roles y para nuestras almas. 

¡Shabbat Shalom! 

Mauricio Quintero