26 Iyar 5781

Levíticos 25:1-27:34

El parashá Béjar (en la montaña) hace referencia al Monte Sinaí, el lugar donde D-s entregó la Torá al pueblo de Israel. Nuestros sabios explican que el Creador escogió esta montaña por ser más pequeña que las demás lo que alude a la humildad. Para recibir la Torá necesitamos ser humildes. A través del estudio de la Torá la persona puede anular su ego y aprender a ser humilde porque al esforzarse en algo tan elevado no presta atención a las cosas más pequeñas e insignificantes. Cuando alguien está concentrado en algo que le resulta importante y se sumerge en eso, no presta atención a lo que ocurre a su alrededor. Por otro lado, hay que notar que D-s no escogió un valle o una planicie sino una elevación para aludir a la autoestima que necesita la persona para enfrentar los retos y las dificultades

En este parashá encontramos también la mención del Año Sabático (Shmitá) en el cual el agricultor está libre del trabajo del campo y su sustento en ese período deriva de la cosecha obtenida en el sexto año, que será duplicada. Esto es un recordatorio para el ser humano de que todas sus propiedades, tierras, dinero o casas, son posesiones temporales que le son otorgadas por el Creador con el propósito de hacer el bien. Perder de vista esta temporalidad es olvidar la omnipotencia de D-s y su intervención en todos los acontecimientos del mundo. Después de siete siclos de años sabáticos, el quincuagésimo año es proclamado como el Año del Jubileo (Yovel), en el cual se detenía también el trabajo agrícola y sonaba el shofar para anunciar la libertad de los esclavos judíos y la devolución de las tierras a sus dueños originales.

En el versículo 25 del capítulo 25, dice: “Cuando tú hermano empobreciere, y vendiere algo de su posesión, entonces su pariente más próximo vendrá y rescatará lo que su hermano hubiere vendido” y el verso 35 dice: “Y cuando tu hermano empobreciere y se acogiere a tí, tú lo ampararás…” Esto evidentemente, hace referencia a la obligación de ayudar al necesitado. No es solamente el dar dádivas a quien necesita dinero (Tzedaká), sino apoyar y ayudar a quien no le va bien económicamente. No se trata solo de levantar al que ha caído en desgracia y está en necesidad, sino también de evitar que otros caigan y ayudarlos a mantenerse arriba. Esto es una obligación comunitaria pero también de cada uno de nosotros en forma individual. Este llamado individual se evidencia cuando leemos que dice ” …tú lo ampararás…” en otras palabras, la Torá nos está exhortando a no delegar esa responsabilidad a otra persona bajo ningún pretexto. Es nuestra responsabilidad velar por los que padecen necesidad para que esta persona pueda elevarse y seguir ejerciendo su rol en la vida. Es bueno contribuir en campañas de financiamiento, en colectas de fondos para propósitos humanitarios, pero envolverse de manera personal en la manutención de nuestros hermanos es algo aún más ético. Velar porque a ese necesitado no le falten recursos para crecer económicamente y no tenga que depender de nadie. Tal como a nosotros mismos nos gustaría estar.

El concepto de venta y compra que encontramos en la Torá, específicamente refiriéndonos a este parashá, era que lo que el comprador compraba y lo que el vendedor vendía eran cosechas. Se calculaba el producto anual del campo y eso determinaba el precio. Generalmente, la venta se efectuaba en caso de necesidad y el propietario original recuperaba su tierra gratuitamente en el Año de Jubileo. De esta manera, se daba evidencia de lo dicho en Salmos 115:16: ” Los cielos son de D-s y la tierra la dió a los hombres“. La tierra fue dada al hombre para que la trabaje y la haga producir, pero sigue siendo propiedad del Creador. No olvidemos, que nuestras posesiones son temporales y que sólo somos administradores de lo que D-s nos ha dado. Hagámoslo, entonces, de la manera la más responsable posible.

Otro punto importante de este parashá es lo concerniente a la esclavitud y la libertad.

Estamos rodeados de limitaciones, leyes y reglamentos. Al nacer somos registrados bajo un número, si queremos viajar necesitamos un pasaporte, en nuestros días necesitamos una máscara para que se nos permita la libre circulación en ciertos lugares, en fin, el hombre civilizado vive con la ilusión de ser libre, pero en realidad está atado a un sinfín de ligaduras, algunas impuestas por él mismo y otras impuestas por personas ajenas. La libertad es en realidad un tipo de esclavitud. No se puede ser totalmente libre en este mundo. Pero cada uno puede elegir de quién quiere ser esclavo. Se puede ser esclavo del dinero, del trabajo, de la sociedad, del que dirán, de los medicamentos, del sistema, del medio ambiente, de la moda, etc., etc.…pero la libertad auténtica se consigue cuando estamos ligados a lo Ilimitado, a lo Verdadero, a lo Eterno, es decir, al Creador del Universo pues es la única vía para trascender lo que se refiere a este mundo que vemos.

Trabajar es una necesidad, más no tenemos que entregarnos al trabajo. ¿Las diversiones y paseos? Claro que sí, pero no hay que desvivirse por ellos. Hay que comer bien, sin hacer de la comida nuestra pasión, etc.

Fuimos creados con un objetivo mucho más significativo que cualquier fin material. Fuimos creados para la verdadera vida. La cual no está sujeta a nada ni depende de agentes externos. Una vida como la que nos invita a vivir el Dueño de la vida. Esta es la vida que propone la Torá.

En el capítulo 26 encontramos magníficas y hermosas bendiciones para los que guardan los preceptos que el Creador nos da. Estos preceptos comienzan con no ser idólatras y guardar el Día de Reposo.

El verso 6 dice: ” y yo daré paz en la tierra, y dormiréis, y no habrá quien os espante…” y el 12 dice: ” y andaré entre vosotros, y yo seré vuestro D-s, y vosotros seréis mi pueblo”.

Hay aquí una relación entre prosperidad y paz. Sabemos que, si no hay paz, la abundancia y la prosperidad no nos sirven para nada. La paz equivale a todo. Es curioso que en hebreo “Shalom” (“paz”) y “Shlemut” (“integridad”) tienen la misma raíz etimológica. D-s es el único que puede dar y hacer y también garantizar que lo que dió permanezca en las manos del que lo recibió.

En contraste a todo este shalom (paz integral) para los que guardan los estatutos dados por D-s, esta porción también nos advierte sobre el exilio, persecución y otros sufrimientos terribles que pueden ocurrir a los que abandonan el cumplimiento de los preceptos del Eterno.

Es interesante ver que este “castigo” se presenta aquí en forma de un duro proceso que se produce por etapas, la una cada vez más difícil que la anterior. Se describen las consecuencias amargas de la falta del cumplimiento de las mitzvot.

Sin embargo, de repente en el relato surge una esperanza cuando dice en el verso 42: “Entonces yo me acordaré de mi pacto con Jacob, y asimismo de mi pacto con Isaac, y también de mi pacto con Abraham...”. Nuestro Creador en su misericordia infinita nos dice en el verso 44: “Y aún con todo esto, estando ellos en tierra de sus enemigos, yo no los desecharé, ni los abominaré para consumirlos, invalidando mi pacto con ellos; porque yo Hashem soy su D-s“. La conexión entre la parashá Béjar y la parashá Bejukotai (que por cierto, comienzan y terminan con Béjar – en la montaña) se encuentra, entonces, en la enseñanza de que todo pertenece al Creador de todo. La razón de la Shemitá es que dejando descansar la tierra un año después de seis años de trabajo nos acogemos a la provisión de D-s, reconociendo que la tierra le pertenece a El y obedeciendo sus preceptos seremos bendecidos con abundancia y El nos dará la paz para poder aprovechar esa prosperidad.

Shabbat Shalom

Alejandro Alvarado