“El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos”. Tehillim 138:6

“Él enaltece a los humildes” Job 11:5

El temor del Señor imparte sabiduría; la humildad precede a la honra”. Proverbios 15:3

Vaieshev relata la historia de Yaakov estableciéndose en la tierra, Iosef y sus hermanos y su proceso de migración hacia Egipto, la historia de Judá y Tamar, y el encarcelamiento de Iosef.

Me recuerdo en no muchos años atrás, cuando una empresa buscaba contratar a una persona, buscaban como eje central su capacidad de análisis y sus capacidades intelectuales. En pocos años se está valorando mucho más su capacidad de relacionarse con las personas y formar equipos, y no aquellos “sabelotodos” que tenían poca inteligencia emocional, es decir, que su trato con el resto de los compañeros eran pésimos a tal punto que eran “odiados” personas a su alrededor y, que a pesar de que eran considerados genios, sus resultados no eran los esperados por su ego.

Dice el primer Mandamiento “אָנֹכִי יְהוָה אֱלֹהֶיךָ Anoji Adonai Elojeha”, Yo soy tu Dios. Esto me trae a mi conciencia de que habrá alguien superior a mí en todo momento, que no soy el centro de la tierra o que el mundo no gira por mi poder, aceptar este mandamiento es un llamado a la humildad. Esto nos lleva a la pregunta, ¿qué es ser humilde? Para dar pensamiento a esta pregunta, utilizaré los ejemplos descritos en esta porción para aprender del tema.

Primero, logramos ver que al fin Yaakov logra en su vejez asentarse o habitar en un lugar. En la porción de la semana anterior Vayetze, vimos una expresión que comenzó a cambiar la “suerte” de Yaakov, y este punto fue cuando dijo en el 32:11 “soy muy pequeño para todas las mercedes y toda la fidelidad que usaste con tu siervo….” Y 32:12 “¡Líbrame, te ruego, de la mano de mi hermano, del poder de Esaú, porque le temo!…” Yaakov, hasta este momento había sido un hombre que con base a engaños, a su propia astucia e inteligencia había salido adelante, pero en esta poción vemos un punto de inflexión en su vida, porque reconocer que era “pequeño” (cuando no lo era) y reconocer que era “temeroso” le abrió la escalera del Cielo para tener una experiencia Divina que cambiaría su nombre de Yaakov a Israel. Así que el primer paso para ser humilde es el reconocimiento de nuestro estatus y nuestros temores, nuestra fragilidad.

Segundo, no mirarse superior a los demás y querer sobresalir a partir de lo malo de los demás y no de lo bueno propio. Dice el 37:2 que José estaba con los hijos de las concubinas, quienes eran las siervas de Leah y de Raquel, y aunque eran mujeres de su padre, no tenían el mismo estatus que las hijas de Labán. De alguna manera, este pequeño detalle lo deja entrever este verso, ¿con quién estaba? ¿se sentía un hijo superior a los hijos de su padre con estas siervas? Luego, intentaba sobresalir o ganarse el cariño de su padre, siendo un “ponededo” como decimos en mi tierra. Es decir, “miren, qué bueno soy, y vean lo malo que son los otros”. Hoy, el mundo religioso está envuelto en este tipo de “orgullo”, “míralos, qué malos son, solo nosotros tenemos la verdad”. Esta actitud puede generar el mismo resultado que los hermanos de Yosef y en un caso, puede convertirse en antisemitismo, el desprecio de los demás hacia Israel. ¡Cuántos problemas evitaríamos si aprendiésemos a mordernos la lengua! Entendamos que el mandamiento es ser luz, no ser boca.

Tercero, aprender a contar nuestras buenas experiencias con la actitud correcta. Iosef era un muchacho inmaduro, y parte de esto le pasó factura, sin embargo, denotaba que le encantaba ser el centro de atención de todos como cuando quiere que todos le escuchen y observen la actuación de sus sueños, hacía lo necesario para decir “míreme, escúchenme, una necesidad que hoy en día se llama afán de protagonismo y trastorno histriónico de la personalidad. Esto nace en parte por un problema de educación de los padres cuando exaltan o elevan en demasía a un hijo, pero también denota una inestabilidad emocional de ceguera hacia los demás, desconsideración hacia el prójimo, búsqueda constante de aprobación, culpar a otros de nuestros fracasos, ser fácilmente influenciable por los demás, baja tolerancia ante la frustración, necesidad de querer ser el centro de todos en una conversación. Todos necesitamos ser aprobados, validados, aceptados y reconocidos, pero debemos comprender que si no sucede estas situaciones algunas veces, no será el fin del mundo. No madurar esta área, generará peyorativos de otros hacia nosotros, el odio gratuito y quitar la paz de nuestro alrededor.

Una persona humilde, expone, un orgulloso, calla. En el relato de cuándo Iosef es secuestrado, tirado a un pozo, discutido su futuro por sus hermanos, y finalmente vendido por sus hermanos, no se ve a Iosef exponer el comportamiento de sus hermanos para que entren en cordura y no hagan lo que harán. No justifico en lo mínimo lo deplorable que fue la decisión de sus hermanos, fue totalmente incorrecto, pero el silencio de Iosef no fue tampoco correcto. En ciertas ocasiones debió llamar a la razón a sus hermanos para que se portaran mejor pero se quedó callado. En este caso, su silencio podría no haber sido humildad sino una fe falsa, donde supuso que Dios lo salvaría sin importar nada. Era una actitud de “porque soy Yo, Él debe salvarme (como si Dios le debiera algo).

Luego vemos la historia de Yehuda con Tamar. Es una historia un poco gris, pero la Torá es explícita. Lo que observo es el orgullo de Judá quien es un hombre recto, pero a pesar de todo termina contratando servicios sexuales a una mujer, y al mismo tiempo decide no entregar a su nuera (viuda dos veces) según era la costumbre de la época del levirato a su hijo Shela como esposo a Tamar para procrear hijos. Es decir, Judá estaba actuando injustamente para con la mujer, ya que la envía a casa de su padre, y según hemos aprendido en aquella época el valor de la mujer residía en la capacidad de ser madre, además, era incapaz de sostenerse económicamente por ella misma al no tener un esposo. Cuando ella sale embarazada (demostrando que era fértil y que el Eterno no había concedido tener hijos de parte de Er y Onán) llegan las denuncias a Judá, y este emite un juicio diciendo: “¡Quémenla!” (38:24). ¿Por qué Judá quería quemarla? Por fornicar, a pesar de quitarle el derecho de tener un esposo por miedo a perder a Shela, y tampoco busca a su nuera para consultar, sino que decide avergonzarla en público, sin embargo, el silencio de Tamar es sinónimo de humildad, aceptando su castigo pero sin avergonzar a su suegro. Ella de manera privada previo a ser quemada (38:25) envía al dueño (sin decir que es Judá) las pertenencias de quien la embarazó. Dice Berajot 43 “Es mejor que la persona se deje quemar en un horno ardiente antes que avergonzar a su semejante en público”. Por ello en el 38:26 dice: “Más justa es ella que yo, por cuanto no le he dado a Shelá, mi hijo”. De esta historia podemos concluir que una persona humilde no es impulsiva, “escarba”, profundiza sobre hecho y no emite juicios alocadamente. También es justo en su actuar y no expone públicamente a otros.

Una persona humilde espera que Dios le salve y no las personas. Es decir, Dios mueva a las personas a ayudarle sin esperar que sean las personas en sí mismas quienes lo ayuden. Dice el 40:14 “Mas ojalá metengas presente en tu memoria cuando te fuere bien; y te ruego que uses de misericordia conmigo, y hagas mención de al Faraón, y me saques de esta casa”. José pide al copero que lo libere de la cárcel y no Dios. ¿Por cuál cárcel estás pasando hoy en día que Dios no pueda abrir? Dios, no tú, no otro hombre, te librará. Jeremías 17:7 dice: “Bendito el hombre que confía en el Señor y pone su confianza en Él”.

Iosef y Judá eran dos hermanos con potenciales increíbles, pero ambos necesitaron pasar por procesos dolorosos. Iosef debió ser humillado de ser vendido siendo libre, convertirse en esclavo y terminar siendo preso, es decir, un estatus social de lo más bajo en Egipto. Judá por su parte, dice el Midrash (Shemot Rabá 42:3) de que fue apartado de sus hermanos por haber hecho sufrir a su padre, es decir, debe ser enviado a reconocer que no es tan justo y bueno como piensa que él es.

El mérito de ambos hermanos es que el Mesías desciende de ellos, pero en su juventud el orgullo los tenía cegados, y no será hasta que son reducidos a su mínima expresión en un proceso doloroso para que ambos reconozcan que la humidad es el camino para ser levantados. ¿Quieres ser elevado? Sé humilde, es el camino.

Shabbat Shalom

Mauricio Quintero